Las estaciones de la vida. Se que la película es de hace mas de 4 años, pero no pienso hablar de la película, sino de las estaciones como tal. La historia de la película es simple, un niño llega a un monasterio budista (primavera), al cabo de unos años conoce a una mujer, se enamora y deja el templo para seguirla (verano). En medio de una crisis de celos asesina a su mujer (otoño). Cuando sale de la cárcel, regresa al monasterio, y lo descubre casi derruido. Se entrega a la tarea de meditar y reconstruir el templo (invierno), convirtiéndose en un nuevo hombre (primavera otra vez).
Cuando llega la primavera todo es nuevo, todo está por descubrir y por hacer.Nos dejamos llevar por el color, por el olor a nuevo de la vida y nada es inalcanzable. Todo es nuevo, y todo lo exploramos. Los sueños están por cumplirse, y casi no podemos esperar.
Luego llega el verano. El calor que madura los sueños y los convierte en frutos nos lleva lejos de ese mundo por explorar; nos hace sentir el mundo como nuestro. Cuando nos olvidamos que nada de eso es para siempre, que los frutos tienen que nacer y perecer, que el calor no solo madura, sino que abrasa; entonces quemamos nuestros sueños.
La vida siempre nos cobra la factura por esos sueños quemados, y nos obliga a verlos morir. Nos obliga a ver como todo perece y como la vida se esconde para nosotros.
El frío nos hiela la sangre y nos endurece el corazón. Es el momento para enfrentarnos a nuestros errores, y ver todo lo que hemos perdido. También es el momento para enfriar el fuego que nos quemó, para reconstruir lo viejo, lo nuevo. Todo es nuevo y todo es lo mismo.
Después podemos soñar nuevamente, explorar otra vez y conocer el mundo como si fuera nuevo. La vida nos enseña que nada es permanente, porque la misma vida es temporal.
La vida nos presenta sus estaciones, está en nosotros el aprender a aceptarlas y vivirlas. A descubrir sin perdernos en aquello que descubrimos. A entregarnos a nuestros sueños sin abrasarnos por la pasión. A esperar los frutos sabiendo que siempre podemos fracasar. A enfrentar nuestros fracasos y errores sin miedo a levantarnos nuevamente. La vida solo nos enseña a vivir, aunque esta enseñanza se consuma con la vida misma.
Luego llega el verano. El calor que madura los sueños y los convierte en frutos nos lleva lejos de ese mundo por explorar; nos hace sentir el mundo como nuestro. Cuando nos olvidamos que nada de eso es para siempre, que los frutos tienen que nacer y perecer, que el calor no solo madura, sino que abrasa; entonces quemamos nuestros sueños.
La vida siempre nos cobra la factura por esos sueños quemados, y nos obliga a verlos morir. Nos obliga a ver como todo perece y como la vida se esconde para nosotros.
El frío nos hiela la sangre y nos endurece el corazón. Es el momento para enfrentarnos a nuestros errores, y ver todo lo que hemos perdido. También es el momento para enfriar el fuego que nos quemó, para reconstruir lo viejo, lo nuevo. Todo es nuevo y todo es lo mismo.
Después podemos soñar nuevamente, explorar otra vez y conocer el mundo como si fuera nuevo. La vida nos enseña que nada es permanente, porque la misma vida es temporal.
La vida nos presenta sus estaciones, está en nosotros el aprender a aceptarlas y vivirlas. A descubrir sin perdernos en aquello que descubrimos. A entregarnos a nuestros sueños sin abrasarnos por la pasión. A esperar los frutos sabiendo que siempre podemos fracasar. A enfrentar nuestros fracasos y errores sin miedo a levantarnos nuevamente. La vida solo nos enseña a vivir, aunque esta enseñanza se consuma con la vida misma.