Colombia está negociando el tratado de libre comercio con los EE.UU. Según dicen eso nos abrirá el enorme mercado que son los estados unidos, promoviendo el desarrollo en nuestro país.
Por desgracia el tratado es solo para libre comercio. El infame sistema de visas que los EE.UU aplican a los colombianos no le dará la misma libertad a los comerciantes que busquen negocios en el país del norte. Sólo los grandes empresarios se beneficiarán directamente de este mercado. Los pequeños productores sólo tendrán acceso a este mercado a través de intermediarios aquí y en Miami. Este obstaculo no es insalvable, ya que siempre será posible aliarse con otros pequeños productores para exportar en mejores condiciones.
No será tan fácil, en cambio, superar las limitaciones que las patentes y las leyes de propiedad intelectual imponen en el desarrollo tecnológico de nuestro país. Las patentes nos son una mala idea. Se busca lograr que el inventor publique los detalles de su invención y a cambio se le otorga un tiempo de exclusividad en la explotación. Para nuestra desgracia el sistema de patentes es utilizado, cada vez mas, por las grandes empresas para impedir el ingreso de competidores (pueden buscar la historia del encapsulado del Pentium II como ejemplo).
Lo que es aún peor: ahora es posible patentar cadenas de ADN específicas. De esta forma segmentos de ADN del pueblo Wayú (en la guajira, colombia), han sido patentados por universidades de los EE.UU. Igual que algunas variedades de quina o el maíz que se cultiva en Mexico. Aceptar patentes que son inaceptables a la luz de la razón, nos impedirá tener acceso a nuestra propia riqueza biológica. Nos obligará a aceptar que las grandes multinacionales son las dueñas de nuestra naturaleza, que son las dueñas del mundo libre.
Por desgracia el tratado es solo para libre comercio. El infame sistema de visas que los EE.UU aplican a los colombianos no le dará la misma libertad a los comerciantes que busquen negocios en el país del norte. Sólo los grandes empresarios se beneficiarán directamente de este mercado. Los pequeños productores sólo tendrán acceso a este mercado a través de intermediarios aquí y en Miami. Este obstaculo no es insalvable, ya que siempre será posible aliarse con otros pequeños productores para exportar en mejores condiciones.
No será tan fácil, en cambio, superar las limitaciones que las patentes y las leyes de propiedad intelectual imponen en el desarrollo tecnológico de nuestro país. Las patentes nos son una mala idea. Se busca lograr que el inventor publique los detalles de su invención y a cambio se le otorga un tiempo de exclusividad en la explotación. Para nuestra desgracia el sistema de patentes es utilizado, cada vez mas, por las grandes empresas para impedir el ingreso de competidores (pueden buscar la historia del encapsulado del Pentium II como ejemplo).
Lo que es aún peor: ahora es posible patentar cadenas de ADN específicas. De esta forma segmentos de ADN del pueblo Wayú (en la guajira, colombia), han sido patentados por universidades de los EE.UU. Igual que algunas variedades de quina o el maíz que se cultiva en Mexico. Aceptar patentes que son inaceptables a la luz de la razón, nos impedirá tener acceso a nuestra propia riqueza biológica. Nos obligará a aceptar que las grandes multinacionales son las dueñas de nuestra naturaleza, que son las dueñas del mundo libre.
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