Ayer leía en "The Oat Meal"
un consejo muy simple: "si no tienes nada que escribir, no escribas".
Tal vez sea esa la razón por la cual no actualizo mi diario con la
frecuencia que debería, es decir, a diario, y de paso explique por qué
mi blog está abandonado. Pero en realidad las ideas llegan, casi siempre
en momentos en los que no puedo escribir; mientras miro la ciudad desde
el tranvía, mientras escojo la verdura en el supermercado, cuando la
palabra de algún amigo despierta una conexión dormida en el cerebro.
Algunas
ideas incluso prometían, y causaron buena impresión entre los que
leyeron los primeros borradores, pero nunca se completaron y quedaron
como párrafos sueltos, esqueletos de historias sin la carne y piel que
los harían bellos, o al menos presentables. Me pregunto si me he vuelto
perezoso y por eso no escribo, o es culpa del internet que me distrae y
no me deja concentrarme en una sola idea. También puedo culpar a una
ciclotimia no diagnosticada, y decir que las ideas llegan en los bajos
cuando no tengo fuerzas para escribir nada; mientras los altos me
obligan a gastar mi energía en cosas menos tristes que escribir. De ser
así, prefiero que esa ciclotimia se quede sin diagnosticar, porque me da
miedo pensar que la cordura no sea la profundidad (mental) de los bajos
con la energía de los altos, sino la apatía de los bajos con la
superficialidad de los altos. O aún peor, me da miedo que el psiquiatra
diga que mi cerebro está bien, y que es normal sentirse triste sin
ninguna razón, o sentirse eufórico por esa misma causa.
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