También podría llamarse "síndrome del ingeniero concentrado". La primera vez que fui consciente de este problema aún estaba en la universidad. Estábamos en clase de anteproyecto y nuestro profesor nos puso a discutir un problema. Nos contó de una pequeña fábrica de chocolates, donde usaban tablas con bombillos para derretir el chocolate, y nos explicó que un operario se encargaba de supervisar el proceso. El operario podía sobrecalentar el chocolate, con lo cual perdía el brillo y no podía comercializarse. El dueño de la fábrica quería automatizar el proceso de forma tal que el chocolate se mantuviera siempre a 42 grados.
A ninguno de los casi-ingenieros que estábamos en clase nos gustaban los bombillos. Así que comenzamos a buscarles reemplazo. Versiones industriales del baño maría, tolvas y otra serie de ingeniosas soluciones fueron planteadas. Finalmente nos decantamos por la idea de la tolva caliente, y discutiendo algún detalle le dije a un compañero "no puedes hacer eso, el chocolate no se puede manejar así". Entonces el profesor dijo: "eso que dijo camilo es importante".
Todos nos quedamos pensando en qué diablos había dicho yo. Después de unos minutos de pensar caímos en cuenta: había una razón para los bombillos, estábamos derritiendo chocolate y el calor difuso era una condición necesaria para procesarlo. Y no solo eso, la persona ya tenía instalada una línea de producción usando bombillos y necesitaban una solución para esa línea de producción, no para una nueva. Nos habíamos concentrado en los detalles de nuestras posibles soluciones, y habíamos olvidado cual era el problema.
Ese día aprendí una de las pocas cosas de verdad útiles para el ejercicio profesional que aprendí en toda la carrera. Hoy en día cuando me concentro mucho en un problema y comienzo a buscar soluciones para los problemas que mi solución plantea, trato de parar y preguntar "¿cual era el problema?". Lo mejor es que eso también sirve para la vida diaria. Claro que muchas veces se me olvida, y termino gastando mis esfuerzos en solucionar un detalle que no era para nada parte del problema inicial, pero tarde o temprano recupero la cabeza y vuelvo a mirar todo lo que he hecho para ver si es coherente de una forma global.
Todos nos quedamos pensando en qué diablos había dicho yo. Después de unos minutos de pensar caímos en cuenta: había una razón para los bombillos, estábamos derritiendo chocolate y el calor difuso era una condición necesaria para procesarlo. Y no solo eso, la persona ya tenía instalada una línea de producción usando bombillos y necesitaban una solución para esa línea de producción, no para una nueva. Nos habíamos concentrado en los detalles de nuestras posibles soluciones, y habíamos olvidado cual era el problema.
Ese día aprendí una de las pocas cosas de verdad útiles para el ejercicio profesional que aprendí en toda la carrera. Hoy en día cuando me concentro mucho en un problema y comienzo a buscar soluciones para los problemas que mi solución plantea, trato de parar y preguntar "¿cual era el problema?". Lo mejor es que eso también sirve para la vida diaria. Claro que muchas veces se me olvida, y termino gastando mis esfuerzos en solucionar un detalle que no era para nada parte del problema inicial, pero tarde o temprano recupero la cabeza y vuelvo a mirar todo lo que he hecho para ver si es coherente de una forma global.