¿Alguna vez han tenido una sensación de impotencia tal que se parece mas a la ira? Hoy volví a tenerla. Ví una película llamada "en la puta vida". Cuenta la historia de Elisa, una joven prostituta uruguaya que cae en la trampa del viaje a españa. Allá es esclavizada por la mafia que la sacó de su país. Al final logra escapar de la red de prostitución, y muchos son arrestados. Vuelve a su país y se reencuentra con sus hijos. Sin embargo, un crédito final nos recuerda que esta realidad no tiene finales rosa. Nos recuerda que los hombres condenados fueron reemplazados por otros hombres, que las mujeres que han caido en la trampa siguen prostituyéndose en Europa, y que a nadie le importa. La protagonista está desaparecida hoy en día, porque nadie se ocupó de protegerla.
Yo soy colombiano, y mi país ha sido uno de los mas golpeados por esta tragedia. Miles de colombianas (tal vez decenas de miles) son convertidas en esclavas sexuales por todo el mundo y nadie parece tomarselo demasiado en serio. Las campañas de prevención aparecen una vez cada cuatro años (cuando alguna mujer logra escaparse y llevar ante los tribunales a los criminales). Al igual que en la película, nuestra propia Elisa corrió la suerte de la protagonista, desapareciendo antes del juicio del principal Yakusa de la prostitución en Japón.
Estas redes son enormes, poderosas y peligrosas. Cientos de personas colaboran activamente en conseguir la mercancía, distribuirla y explotarla económicamente. Cada uno de los eslabones es tan malo como el anterior. Pero hay uno que me inspira mas rabia que los demás: los encargados de contactar las jovencitas. Son colombianos, cercanos a las niñas a quienes victimizan. No sienten ninguna compasión por esas personas a las que envían directo al infierno. Estas personas están en este momento tratando de convencer a nuestras hermanas de que en el exterior, y trabajando como prostitutas podrán ahorrar dinero y tener una vida mejor cuando vuelvan a casa.
¿Qué hacemos nosotros mientras tanto? Nada. ¿Qué podemos hacer? No lo se, pero me encantaría saberlo.
Yo soy colombiano, y mi país ha sido uno de los mas golpeados por esta tragedia. Miles de colombianas (tal vez decenas de miles) son convertidas en esclavas sexuales por todo el mundo y nadie parece tomarselo demasiado en serio. Las campañas de prevención aparecen una vez cada cuatro años (cuando alguna mujer logra escaparse y llevar ante los tribunales a los criminales). Al igual que en la película, nuestra propia Elisa corrió la suerte de la protagonista, desapareciendo antes del juicio del principal Yakusa de la prostitución en Japón.
Estas redes son enormes, poderosas y peligrosas. Cientos de personas colaboran activamente en conseguir la mercancía, distribuirla y explotarla económicamente. Cada uno de los eslabones es tan malo como el anterior. Pero hay uno que me inspira mas rabia que los demás: los encargados de contactar las jovencitas. Son colombianos, cercanos a las niñas a quienes victimizan. No sienten ninguna compasión por esas personas a las que envían directo al infierno. Estas personas están en este momento tratando de convencer a nuestras hermanas de que en el exterior, y trabajando como prostitutas podrán ahorrar dinero y tener una vida mejor cuando vuelvan a casa.
¿Qué hacemos nosotros mientras tanto? Nada. ¿Qué podemos hacer? No lo se, pero me encantaría saberlo.