Tengo un sabor amargo en la boca que no se quita con nada. Mi esposa dice que es mi culpa, y utiliza una frase llena de expresiones vulgares para referirse al sexo de las mujeres que, en su imaginación, pasan por mi cama y mi boca. Piensa que si no la toco a ella es porque tengo otra, u otras para divertirme. No se imagina que el sabor amargo es el sabor del hartazgo, del fastidio que me causa la vida. Aunque me imagino que si lo supiera pensaría que estoy harto de ella, lo cual es verdad, pero se quedaría sin saber que fue ella lo último de lo que me harté. Mucho después de hartarme del trabajo, de mis amigos, de mi familia y de mi mismo.
Como el sabor amargo no se quita con nada no soy capaz de distinguir que mi jugo tiene el sabor dulce de siempre, es ella la que me dice que el suyo está amargo antes de comenzar a convulsionar. No era mi intención, fue un error, confundí los vasos. La tengo en mis brazos, pero no lloro. Solo puedo en pensar en como salir de esta situación, y descubro que afortunadamente queda jugo suficiente para mi. Así pensarán en un pacto suicida, y no pensarán que antes de morir me convertí en asesino.
Como el sabor amargo no se quita con nada no soy capaz de distinguir que mi jugo tiene el sabor dulce de siempre, es ella la que me dice que el suyo está amargo antes de comenzar a convulsionar. No era mi intención, fue un error, confundí los vasos. La tengo en mis brazos, pero no lloro. Solo puedo en pensar en como salir de esta situación, y descubro que afortunadamente queda jugo suficiente para mi. Así pensarán en un pacto suicida, y no pensarán que antes de morir me convertí en asesino.
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